lunes, 24 de septiembre de 2007

El último ermitaño de la capital


Rodeada de litres y montes, la casa rural de Daniel posee dos piezas. Una donde está la chimenea y la otra con su cama y libros.

Un estilo de vida sólo para valientes. Para los que no le tienen miedo a la oscuridad, al frío invernal del valle central o a la verdadera vida outdoors. Una crónica de no pertenencia, soledad, hierbas medicinales y un hombre sin carnet de identidad.

Daniel Tobar Ibarra (60) viene llegando de recolectar ramas de bailahuén. Es su medicina para una semana de tratamiento por dolores del hígado. Está transpirando porque de pasada se encontró con unos jinetes que le pidieron ayuda para llevar caballos en busca de pasto fresco. Pues no hay nadie que conozca mejor que él los cerros de la sierra de Ramón. Fue una tarde agotadora, pero al fin está en su "casa", la noche ya se acerca y mientras se escucha a lo lejos el rugido de los Mirage que se despiden de la ciudadanía, Daniel se prepara para una nueva noche en la soledad de su vida.

Llegó a vivir al cerro hace 40 años, en 1968. Pero el 84 se cambió al lugar que ahora es su casa, la ladera sur de la Quebrada de Macul. Ha experimentado la época de mayor crecimiento económico de Chile desde una casa de barro a siete kilómetros cerro arriba desde el último trozo de pavimento, con 13 palos que la afirman, un horno de barro mal construido, 16 ollas negras producto del fuego a leña, un techo de ramas y un par de tejas regaladas. Su casa incluso se puede ver en Google Earth.

Llegó a la quebrada luego de que su madre lo echara de la casa. "Yo no soy campesino", responde enfático al preguntarle sobre su pasado. Según cuenta, su padre era abogado y murió en el 62. "Luego mi familia pasó tremendas penurias económicas y mi madre me echó", rememora. Así pasó quince años durmiendo en cuevas y matorrales de la precordillera, recolectando hierbas medicinales para un hierbatero de La Reina.

Es un ermitaño que recibe visitas de excursionistas y caminantes todas las semanas. Por lo mismo, olvidando el entorno en el que está, parece un citadino más. Tiene opinión de todos los temas de la actualidad nacional y siempre está informado. Esto gracias a una radio a pilas que un amigo se encarga de abastecerle una vez al mes y la inmensa cantidad de libros de historia, literatura y medicina que guarda como tesoro junto a su cama. Son decenas, desde "Chilenos de Raza", de Francisco Mouat, pasando por el "Fausto", hasta la Biblia.

El gusto por leer lo atrapó en su vida de colegial. Pasó por diversos colegios de Santiago, como la Escuela Pública de El Arrayán o el liceo Lastarria, ya más grande. Es ahí donde además aprendió de disciplina: "La cancha bien rayada, la comida a sus horas, lejos de los mayores y respeto a las autoridades".

La postura

"Un ermitaño no debe tener documentos. Yo soy anti Estado. Respeto todas las normas. Pero detesto los documentos. Soy Sui Generis", confiesa, mientras toma una pequeña copa de Gato Blanco que le trajo su amigo "Harry Potter", uno de los tantos visitantes que llegan todas las semanas a olvidarse de sus vidas de ciudad con conversación y a abastecerlo de comida.

Según Daniel, a sus 60 años él ya entró en la ronda final de la vida. Una etapa en la que se cuestiona su pasado, su presente y su futuro. En la que le pesa, según él, no legar nada. "Es el no ser y no sentirme útil... esto de vivir de la ayuda de los demás. Ahora uno tiene su nivel de vida, un poquito tranquilo. No me falla lo esencial. Incluso tengo mis pequeños lujos, pero todo esto es regalado", reflexiona.

-¿Te dan ganas de hacer tu vida en la ciudad?

-No, no me acomoda. Para mí, un departamento con todos los lujos es una cárcel dorada. Yo necesito meterme por esta cajonada arriba, hasta el filo, mirar el Tupungato, el Marmolejo, y sentirme como un señor de todo esto. Como un cóndor.

-¿Te sientes solo?

-Hoy día me di la tremenda vuelta y después uno llega a la casa, se acuesta y viene la nada. Y el de allá abajo marca un horario. Pero ya tiene un consuelo de los otros. Yo no tengo un consuelo de los otros, pero porque no me acomodo con los otros. Pero abajo es más difícil que aquí, el estrés.

-¿Has sido feliz?

-Cuando vuelva en mis andanzas montañeras en noviembre, ahí voy a estar feliz. Cuando el clima esté más estable y baje la nieve arriba.

Por el momento, Daniel se preocupa de revivir su huerto que tras las nevadas del invierno desapareció. "Aquí sólo llovió dos veces, las demás pura nieve, murió todo", relata mientras cuenta que el temporal le quemó los cultivos y otros los llenó de tierra. Además, dice, la vegetación ha aumentado demasiado y cada vez hay menos luz.

Cuando se pierden andinistas en ese sector, es él quien ayuda a Carabineros a encontrarlos, o a los ahogados que llegan bañarse en los ríos de las quebradas. Según cuenta, son los hombres de verde quienes siempre se están preocupando de su salud y estado de ánimo. "Es lo mínimo que uno puede hacer, ayudarle a la policía, guiar a los montañistas".

-¿Algunas palabras para la ciudad?

-Modestia. Uno no tiene que aspirar a lo artificial. Comida, techo y algunas letras. Ese es el Chile de siempre. Televisores y todas esas cosas no los van a ser felices. Este es un país austero, modesto, hecho a la fuerza. Derrumbado por los terremotos, desbordes de ríos, la Guerra de Arauco. Siempre tratando de levantar el edificio que se cae. Este es un veranito de San Juan.

OPINÓLOGO: "Chile se ha puesto muy tropical"

La radio ha sido su cable a la ciudad todos estos años. Y tiene opinión para todo. Comencemos:

La Presidenta: "A mí no me gustan las mujeres presidentes, yo soy conservador, esa señora es una tía".

El país: "Chile se ha puesto muy tropical. Es como esa gente pobre que nunca le pasa nada y el cabro gana una beca y fiesta. Se titula, otra fiesta. Se casa, otra fiesta. Ese es el papelón que estamos haciendo. El roteque con plata. Que no la sabe gastar y celebra por todo".

La TV: (en los 90, llegó hasta él un equipo de Tierra Adentro, que le hizo una breve nota) "Eso fue chanchullo, fue mula. La televisión es esquemática. Puro teatro".

La radio: "Escuchar noticias todo el día es masoquismo, si repiten lo mismo toda la jornada".

LA RUTINA: Fuego, noticias y Beethoven

5:30: ya está con los ojos abiertos y, dependiendo del tiempo, se levanta a prender fuego.

6:30: se prepara desayuno. Por lo general té con alguna fruta que le quedó del cultivo o quinoa que le llevan de regalo.

7:00-9:00: escucha las noticias en la radio.

10:00-13:00: hace cosas útiles, como recolectar leña.

13:30-14:30: almuerza porotos o fideos. No come mucha carne, porque le hace mal.

15:00-18:00: lee, reparte la basura en los lugares que le corresponde y se baña en un manantial.

18:00: cae la noche, escucha radio Beethoven y se duerme.
(El Mercurio, 23 de Septiembre de 2007)